En la actualidad, la violencia no sólo está
prohibida sino que tampoco está socialmente admitida en el deporte, sin
embargo, se sigue produciendo. “Fuera de los tiempos
de guerra, el deporte es quizá el único escenario en el cual los actos de
agresión interpersonal no sólo son tolerados, sino aplaudidos con entusiasmo
por un gran segmento de la sociedad” (Russell, 1993, p. 191).En países como Canadá,
los Estados Unidos, Alemania, Reino Unido o Australia, por poner sólo unos
ejemplos, ya se han tomado decisiones legales sobre situaciones de violencia
ocurridas bajo el marco del deporte. El deporte del fútbol en particular ha
estado asociado a la violencia desde que, según algunos autores, comenzó a
practicarse a comienzos del siglo XIII en Inglaterra. En sus orígenes servía
como una situación “semi legítima” para arreglar rencillas, disputas de
tierras, etcétera, a modo de agresión tribal. A esto ayudaba la ausencia de
reglas, que se disputaba en cualquier escenario, que el número de jugadores
podía ser cualquiera (hay datos de que en el siglo XVI llegaron a ser de hasta
500 jugadores por equipo) y que además no tenía por qué haber obligatoriamente
el mismo número de jugadores en cada equipo.Debido a la violencia
que se producía en este deporte, el alcalde de Londres llegó a prohibir su
práctica en dicha ciudad en 1314. Sin embargo, el afán por el fútbol era tal
que a pesar de que algunos ciudadanos sufrieron el castigo de la ley, continuó
practicándose. Pero no fue hasta finales del siglo XIX cuando saltó la alarma
en las escuelas de Inglaterra por las implicaciones de la violencia en el
deporte. Las familias que llevaban a sus hijos a escuelas privilegiadas
plantearon la necesidad de poner reglas a un “juego” o “deporte” que realmente
servía para que los muchachos mayores expresaran de forma física su poder sobre
los más pequeños a base de golpes y amenazas permitidas socialmente y legítimas.
Cuando comenzó a
plantearse de manera seria la necesidad de controlar la violencia y empezó a
regularse lo que hasta entonces fue “una lucha enmascarada” entre miembros de
diferentes grupos es cuando el fútbol pasó al resto de Europa, pero ya como un
deporte más refinado y respetable. Sin embargo, el fútbol como un escenario
tolerado de violencia duró poco más de 100 años ya que en el siglo XIV comenzó
a plantearse la necesidad de controlar el aspecto agresivo de este deporte.
Hasta el año 1968 no
se consideró la violencia en el deporte (concretamente en el fútbol) como un
importante fenómeno social serio. En esa época, el 90% de los seguidores
británicos manifestaban que el hooliganismo había aumentado considerablemente y
que suponía un problema serio por las consecuencias violentas que podía
acarrear. Un año después, en 1969, se sigue haciendo investigación en el Reino
Unido sobre la violencia en el fútbol y se ofrecen una serie de recomendaciones
para tratar de reducir la violencia en el deporte. Las tres más importantes
eran mantener una máxima cooperación entre los clubes y la policía, que todo el
mundo (jugadores y seguidores) aceptara cualquier decisión tomada por el
árbitro, y tratar de que todos los espectadores estuvieran sentados. Sin
embargo, estas sugerencias son del todo insuficientes como veremos al
compararlas con las técnicas y recomendaciones que comentaremos más adelante.
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