El
fútbol se puede considerar como uno de los fenómenos sociales más importantes
del siglo XX, y el
más importante para
este siglo XXI.
Su capacidad de
despertar sentimientos, pasiones, alegrías,
tristezas, guerras, y
fiesta, no conoce
fronteras. Históricamente se puede considerar que el Fútbol, se ha
jugado alrededor de un balón y 22
jugadores detrás de él, en un terreno llamado cancha, delimitado por medidas y
controlado por un juez. Sin embargo, es necesario decir
también, que no solamente el
juego se presenta en la cancha,
si bien en este espacio se da el juego o
deporte del fútbol como tal, un aspecto
fundamental para este, es la tribuna.
Espacio o lugar donde se sitúa
gente a ver fútbol, a
respirar fútbol, a sentir fútbol, todo en medio de una mezcla entre pasión
y razón. Es decir, otro lugar dentro del estadio donde también se juega fútbol. Es necesario
hablar entonces de la tribuna como otro terreno de juego, lugar donde lo
que se juegan son otra gran
cantidad de simbologías y
aspectos de interacción social, propios del análisis de las ciencias
sociales. A través de la historia del siglo XX, se puede observar como el fútbol
se constituyó en un fenómeno
que gradualmente con el tiempo
fue atrayendo incalculables masas,
se vio también
como fue despertando
todo tipo de
pasiones y moviendo todo
tipo de intereses, los cuales unidos al nuevo mundo globalizado,
permitieron impulsar a nivel
mundial y en
especial en algunos
lugares del planeta,
una forma de expresión,
por demás violenta,
la cual fue
denominada “Hooligans” los
mismos que invadieron como
plaga todos los estadios Europeos en medio de los
campeonatos oficiales, sembrando terror y violencia al interior del
Fútbol espectáculo, dentro y fuera de los estadios, quienes mostraron
al mundo la
cara "negativa" de
dichas barras, aforando
el nombre de “barras
bravas”; fenómeno que
comenzó a promoverse alrededor
del mundo de forma acelerada, haciendo que en los
diferentes países futbolísticamente "grandes" las barras bravas comenzaran
a surgir, y luego por imitación de estos modelos, en otros países como el
nuestro. La tendencia de barras bravas nace en Colombia en los años 90 cuando nace la rivalidad entre hinchas de Medellín,
Cali y Bogotá.
Al
igual que en los estadios del mundo, en Colombia las tribunas se llenaron de alegría, porque nuestras gentes aprendieron a ver el colorido de las tribunas de los
otros equipos europeos o argentinos, unas veces porque la hinchada acompaño a sus equipos a dichos lugares, otras veces por lo que
se veía por televisión, en
el también globalizado mundo de las
comunicaciones. En Colombia se pasa de una manera pasiva de ver el fútbol,
a una forma
activa y diferente,
ya que estos
jóvenes durante todo
el partido se dedican a saltar y a cantar a ritmo de
tambores, palmas y señales, empleando gestos con las manos y cuerpo en general. Muchachos y
niñas de todos los estratos sociales y económicos de la ciudad, unidos
solo por una insignia, un color,
una pasión, una razón y un
sentimiento, para ver y disfrutar los encuentros futboleros. En Colombia
las ciudades empiezan a llenarse de grafitis y
simbología entre barras,
la cultura de
la camiseta o
insignia de la
escuadra futbolera preferida o de
la región, adquieren
estatus. Las banderas inundan
los escenarios deportivos y se da
un relevo generacional al interior del estadio. El hincha de cojín y familia con niños en brazos, desaparece de las
tribunas en los estadios
Colombianos, dando paso al nuevo hincha
del fútbol, ósea
el joven de
arete, pircin, tatuaje,
torso desnudo, esbeltez
y colorido. El estadio se inunda
de alegría, droga, alcohol, impunidad,
saltos y gritos. El poder se convierte en lo esencial, y el respaldo al equipo
se torna en lo más importante para la
vida de muchos jóvenes que no teniendo
nada importante en sus vidas, convierten a su equipo de fútbol, en su más preciado tesoro. Es decir, se fue
creando una nueva identidad nacional, una cultura del fútbol espectáculo. La simbología cambio, y el imaginario
individual y colectivo de los nuevos
hinchas del fútbol
plagaron todos los
rincones del territorio
nacional. La rivalidad entre
las escuadras futboleras
no se hizo
esperar y la violencia al
interior de los estadios se empezó a volver situación cotidiana. Existen varios
mundos cuando un balón de fútbol, se
hecha a correr en cualquier estadio del planeta. Son muchos los intereses que
se "patean" en un encuentro de 90 minutos. El fútbol se vive dentro
y fuera de los estadios.
Las “barras bravas”
podrían considerarse como
un superlativo de las barras, sin embargo su desarrollo y dinámica dentro
del fútbol y la tribuna como tal,
difiere enormemente del buen espectáculo.
Las barras están altamente ligadas
a procesos económicos y
políticos de los
países y de
sus equipos, sin
embargo en el
caso colombiano, se les
rotuló como “barras
bravas” dado su
estilo particular de
apoyar los equipos.
Una
cosa es la razón y otra la pasión, y en el fútbol, además de once contra once,
se enfrentan igualmente imaginarios individuales y colectivos que producen en
los hinchas y en la masas, transformaciones inesperadas. Colombia
no es la
excepción. En el
fútbol, todo además de razón es pasión. Es pasión: el
hincha, la jugada, la narración, el gol,
la carrera futbolística de los jugadores como actores principales, la
familia, los costos del espectáculo, la publicidad, la fuerza pública, las
barras en la tribuna, la celebración del gol, la euforia, el alcohol, la droga,
las banderas, las camisetas, la gorra, el tambor, los costos de los jugadores
y los costos de las transmisiones de los
partidos por televisión, entre otros factores. Para el
caso Colombiano, algunas características que
están identificando el
nuevo tipo de fútbol espectáculo, se pueden resumir así: aficionados que encuentran en el estadio el lugar natural
de la brutalidad, el mal trato y el
irrespeto; el periodista y el comentarista deportivo con su pasión e
intereses económicos; las expresiones verbales de barras, técnicos, directivos y aficionados;
la simbología y
logística utilizada en
el espectáculo por
jugadores y aficionados; el
apasionado hincha promotor de modelos foráneos, la valoración exagerada y descalificadora de
los hechos por unos y otros; y finalmente y lo más lamentable, el reflejo de la sociedad
violenta, excluyente y
limitadora que envuelve
a Colombia, que
fruto de sus múltiples
desigualdades, ha socavado
finalmente el sentimiento del
hincha, generándole resentimientos
sociales y culturales, que son
infortunadamente trasladados al fútbol.
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