"Empecé a correr para huir de la miseria. Era la única forma de conseguir una vida mejor", confesó hace apenas unas semanas Patrick Makau, el hombre que tiene la marca mundial de maratón. Simple y demoledor. El que muchos de los ídolos provengan de hogares de piso de tierra no es nuevo. Ocurre aquí. Ocurre allá. Es una historia que se cuenta en retrospectiva para reteñir el color de vida de los héroes modernos.
Pero contar esas historias desde el hoy, desde el presente del niño que corre descalzo detrás del sueño redondo de una casa grande para su mamá, desde el joven que agarra a puños un saco de arena para ablandar el futuro probable del rebusque vendiendo fritos en un mercado, redescubre el valor de la esperanza, que, cuando se prende con la leña del sufrimiento y las carencias, hace seres perseverantes que a veces duermen con el estómago vacío.
Estas historias contadas desde el hoy permiten no cerrar los ojos frente a un país en el que las opciones de desarrollo de un gigantesco sector social están reducidas por las limitadas opciones educativas, el desempleo, el escaso acceso oportuno a los servicios de salud, la calidad de los servicios públicos (cuando los hay), las condiciones físicas de sus viviendas... Contar esas historias desde el ahora permite alejarse del cliché fácil y retan a no ser indiferentes frente a un país de muy lentos cambios para los afanes cotidianos de millones de personas.
Las cifras oficiales de septiembre del año pasado dicen que la pobreza en Colombia bajó un 5 por ciento. Un montón. Pero esos datos que se leen desde el optimismo de los 'nuevos métodos' que miden la realidad son, también, aterradores: 16,4 millones de pobres, 5,4 millones considerados indigentes... El 37,2 por ciento de los colombianos son pobres y el 12,2, extremadamente pobres...
Pueden llamarse Juan, María o José los que saben que el deporte es su opción para no terminar tirando la remendada atarraya al mar o restregando ropa sucia en casas ajenas. Pueden llamarse Steven, Jéfferson o Lady los que saben que sus sueños de bolsillos llenos y galas de joyas y tapetes rojos en las que ven a sus ídolos deportivos por la TV también se cuentan desde el drama de la violencia infantil y juvenil, de las pandillas, de la prostitución, del tráfico y consumo de drogas, del gatillo que se jala tan fácilmente como rascarse, de la navaja intimidante que hace que esas historias se escriban ahora con nombres cambiados y obliga a ocultar rostros, pero sin cerrar los ojos...
El deporte se escribió, y se escribe, muchas veces, desde la retrospectiva de la pobreza. El desafío es contarlo desde el sacrificio y la tenacidad del hoy, del ahora, de la ilusión de un mañana tranquilo, mejor...
Gabriel Meluk
Editor de Deportes
Editor de Deportes
Con toda razon pero se necesita mas ayuda de los gobiernos....
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